Siempre me gustó la fotografía; aunque, la verdad, nunca llegué a practicarla tanto como quería. Al menos, no los estilos y géneros que más me gustan, como el retrato porque no siempre encontraba las “víctimas” que se dejaran fotografiar por mí, aparte que por aquel entonces también me faltaba técnica y formación; de modo que, prácticamente, solo sacaba la cámara cuando me iba de viaje. Curiosamente, mi guerra en esos sitios era precisamente evitar la gente ya que me gustaba sacar mis fotos limpias de turistas y, tranquilamente me podía pasar un buen rato al acecho del raro y precioso momento, que muchas veces apenas duraba dos segundos, en el que no había nadie en el encuadre que buscaba y, si no, pues la pasaba buscando rincones menos conocidos y transitados. No me importaba, era mi forma de disfrutar también de los monumentos o paisajes que visitaba.
Decía antes curiosamente, porque esa alergia a las fotos de viaje saturadas de viajeros contrasta con lo que realmente me gusta en fotografía, el retrato y todos los géneros relacionados con las personas y sus emociones. Pero como quien no quiere la cosa, de una forma no buscada, la propia vida me puso en un nuevo camino y, en 2008 tomando la crisis como una oportunidad de hacer algo que realmente me apasiona, entré a estudiar audiovisuales y desde entonces este es mi mundo. Como la fotografía siempre estuvo ahí, y siendo como es la base del audiovisual, era normal que volviera a mí, ya para quedarse para siempre y haciendo lo que realmente siempre quise. Primero, a aprender de forma autodidacta, aunque pronto empecé a realizar todo tipo de cursos y talleres; algunos, con fotógrafos de reconocido prestigio que dieron alas a mi forma de expresarme y desde entonces sigo desarrollándome como fotógrafo y profesional, creando mi propio estilo y mi propia visión de cómo hacer las cosas.